He dejado atrás la cuesta de enero, tras acabar y entregar un largo trabajo que ha ocupado mis horas y que ha tenido impactos diametralmente opuestos en mi seguimiento de la situación política actual en España. El primer aspecto es negativo: no he podido seguir al detalle todo lo ocurrido estas últimas dos semanas. Me he tenido que conformar con titulares, tweets, publicaciones en Facebook de cuñaos o noticias superficiales y generalmente tendenciosas, que no he podido contrastar con otras fuentes como a mí me gusta. El segundo es positivo: puedo ahora escribir un billete con más información y calma, y cierta visión de conjunto. En mi primer post de política española del año, hablaré de grupos parlamentarios, de casta y de pactos.
Los grupos parlamentarios
La polémica de los grupos parlamentarios es un reflejo de lo que es la política en España: mucho ruido y pocas nueces. Habiendo leído por encima el reglamento del Congreso, interpreto que Podemos y las confluencias no tenían derecho a cuatro grupos separados: las diferentes confluencias debían haberse enfrentado electoralmente a Podemos, lo cual no ocurrió. Es un simple matiz, pero en este caso la regla es clara y hasta que no se cambie, hay que jugar con ello. Es una pena que la decisión de no autorizar grupo parlamentario haya desembocado en la ruptura con Compromís. Compromís no es un adversario, sino un aliado y estoy férreamente convencido que las confluencias con las diferentes fuerzas progresistas a nivel regional son formulas ganadoras y positivas a la hora de resolver determinados problemas políticos.
Por otra parte, la polémica de los grupos parlamentarios se inscribe en el marco de un proceso ‘destituyente’ que no logra convertirse en constituyente aún. Dentro de España han surgido voces, que con mayor o menor fuerza, urgen a la revisión de la estructura territorial; yo como extremeño me uno a esa llamada. Es necesaria la formación de un equilibrio político entre fuerzas ‘nacionales’ y fuerzas ‘regionales’ que favorezcan el pluralismo político y la descentralización del poder. La combinación de un enfoque nacional y otro más local, con diputados defendiendo a la vez los intereses nacionales y regionales (cosa que hasta ahora no ocurría en el Congreso), permitirá un avance más igualitario y positivo de la economía española. La descentralización del poder permitirá mayor atención a las necesidades regionales. Así, la creación de un grupo parlamentario ‘confederal’, me parece un primer avance en esta dirección. Si además el grupo mantiene una dinámica asamblearia y rotativa será un gran acierto político. A nivel nacional, muy seguramente sea Pablo Iglesias quién hable, pero esperemos ver a los diputados de las diferentes autonomías intervenir de forma activa, evitando así un liderazgo monopolístico.
La casta
Mi segundo punto viene a recordar una palabra que tanto se usó hace dos años y que hoy está un poco olvidada: la casta (salvo el cuñao, el cuñao todavía se acuerda). Casta, establishment, el IBEX, cada uno lo llama como quiera. Mi punto aquí es que siempre que un evento político de magnitud se acerca, como es en este caso la formación de un gobierno, la casta redobla en sus ataques a determinadas fuerzas políticas. En apenas dos semanas hemos vistos descalificaciones personales (Celia Villalobos refiriéndose a las rastas de Alberto Rodríguez), mentiras y manipulaciones descaradas (la ‘exclusiva’ de Antena 3) y hasta amenazas de muerte directas (Jiménez Losantos) entre otras muchas cosas. Por suerte, la inmensa mayoría de ciudadanos españoles logra darse cuenta de las burdas manipulaciones que acaban desprestigiando más a quién las hace que a quién intenta desacreditar (Sólo unas pocas personas siguen ciegamente esta línea manipulativa. Sí lo habéis adivinado: ¡los cuñaos!)
Aparte de los ataques y las manipulaciones, la casta tiene una forma mucho más sutil y efectiva de defender sus intereses: la difusión de sus intereses a través de la prensa. Los editoriales de El Mundo piden la formación de una gran coalición PP-PSOE-Ciudadanos. Los editoriales de El País dejan entender claramente sus pocas simpatías por un gobierno compuesto en parte por Podemos. Su apuesta personal parece ser un gobierno del PSOE apoyado por Ciudadanos (al que de forma casi compulsiva siguen inflando en sus encuestas post-elecciones, hablando de Albert Rivera como líder más valorado). Suave pero lentamente, la prensa con sus editoriales y su lenguaje empuja a España hacia la gran coalición, bloqueando de facto cualquier alternativa social beneficiosa para el país
Un aspecto importante de la política es ‘marcar la agenda’ (el agenda–setting en inglés) y en ello, la prensa tiene un peso desproporcionado. El lenguaje utilizado y la forma en la que la se presentan las noticias influyen en el comportamiento de los políticos y de los ciudadanos. El ruido alrededor de los grupos parlamentarios es un ejemplo muy clarificador. Magnificado enormemente por la prensa, se han obviado decisiones políticas mucho más importantes. Otro ejemplo, es el del tratamiento mediático de las negociaciones. En el parlamento más fragmentado de nuestra historia, dónde todos los partidos saben que tienen que negociar, se ponen exigencias en unos procesos duros y rocosos. Las exigencias de ciertos partidos, que como en cualquier proceso de negociación son sujetas a cambios (y en las que generalmente se pide más de lo que se desea obtener), son calificadas por la prensa como ‘líneas rojas’. De esa forma, consiguen matar dos pájaros de un tiro: mantienen la sensación de intransigencia, y si luego esa exigencia es desechada, llueven las críticas al partido por no haber cumplido su palabra. Dada la composición del parlamento, ya no existen las ‘líneas rojas’, por mucho que la prensa hable de ello.
Los pactos
Tras un mes de tanteo, de faroles y de declaraciones, Pablo Iglesias fue el primero en poner una propuesta de pacto sobre la mesa el pasado viernes, con nombres, ministerios y demandas políticas (El cuñao alocado, con espumarajos en la boca, se rasga las vestiduras y grita: “¡Desastre! ¡Venezuela! ¡Aaargjj!”). En esta enorme partida de cartas en lo que se ha convertido la política español, Pablo Iglesias ha hecho el primer movimiento frente a un Rajoy apático y a un Pedro Sánchez con poco margen de maniobra debido a las tensiones con sus barones. Cabría esperar alguna respuesta, algún movimiento, pero el inmovilismo es total. Rajoy declina intentar la investidura y desde el PSOE, se dice que debe ser el PP quién intente la investidura primero, se dispara contra Podemos, hablando de ‘humillación’, de ‘chantaje’ y se anuncia que se va a negociar con Ciudadanos.
Algunos editoriales y artículos de opinión (algunos poco simpatizantes con Podemos) han calificado la jugada de Pablo Iglesias como un gesto inteligente. En teoría de juegos, hay un concepto llamado first-mover advantage: en determinadas negociaciones, hay una ventaja en ser el primero en ofrecer algo. Es posible que estemos ante semejante situación. Al ser Podemos el primer partido en hacer una oferta formal, la presión y la necesidad de debatir la propuesta pasa a otros partidos. Si la oferta prospera, Podemos entra en el gobierno y se constituye el gobierno más progresista al que se puede aspirar con la distribución de escaños actuales. Si el PSOE declina la oferta, o bien se coaliga con el PP y Ciudadanos o probablemente se llegue a nuevas elecciones. Ahí, el PSOE llegaría debilitado por las luchas internas y por el rechazo a la propuesta de Podemos, corriendo el riesgo de ser superado por su adversario. En todo caso, las ganancias potenciales de Podemos parecen superiores a las posibles pérdidas políticas.
¿Debe Podemos gobernar con el PSOE? El secretismo de la cúpula dirigente de Podemos choca con los principios fundacionales del movimiento, con el ‘espíritu del 15-M’ entre otras cosas. La propuesta ha tomado desprevenidos hasta a sus propios militantes, entre los cuales existe incertidumbre y división sobre la propuesta. No estarían de más asambleas para debatir esta propuesta de pacto. Desde aquí voy a exponer lo que yo creo son los puntos positivos y negativos de un posible pacto PSOE-Podemos. Por un lado, esta coalición sería el gobierno más progresista al que puede aspirar España ahora mismo dados los resultados de las elecciones. Cómo en Portugal un gobierno PSOE-Podemos podría implementar leyes que empiecen a aliviar la difícil situación económica y social. Por otro lado, como advierte Varoufakis, el problema es que no estaríamos ante un gobierno que se opusiese de forma frontal a la Troika y que por lo tanto, Podemos puede verse con las manos atadas a la hora de desplegar todo su potencial anti-austeridad, saliendo dañado de una hipotética experiencia de gobierno. Me consta, que el propio Pablo Iglesias sabe perfectamente esto, como dejó claro en una entrevista el año pasado.
¿Cómo funcionaría un gobierno PSOE-Podemos? En Portugal, el Partido Socialista, el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista han superado sus diferencias para formar gobierno. También es cierto que el Gobierno portugués no es ni mucho menos un gobierno férreamente anti-austeridad como lo fue el gobierno griego el año pasado, y que el Partido Socialista hace equilibrios entre las exigencias de la Troika y las exigencias sociales. Aun así, he aquí un apercibido de El País sobre las medidas tomadas desde hace 2 meses por el Gobierno Portugués:
“El Gobierno socialista ha repuesto cuatro días de festivos, ha aumentado el salario mínimo, repone salarios de los funcionarios que habían sido cortados, actualiza pensiones, complementa salarialmente a los trabajadores que reciben menos de 422 euros (medio millón de personas), implanta las 35 horas en los funcionarios públicos (a partir de octubre) y reduce el IVA de la restauración del 23% al 13% (a partir de julio).”
Así, tras dos días reflexionando sobre la conveniencia de entrar en el gobierno junto con el PSOE, mi apuesta personal es la de dar ese paso hacia adelante. Lo considero una decisión arriesgada dadas todas las advertencias y las diferentes variable. Sin embargo, la izquierda tiene varios problemas graves: uno de ellos que está más cómoda en la protesta y en la oposición que gobernando. Por primera vez desde la Segunda República existe la oportunidad en España de que una fuerza progresista y de izquierda radical entre en el gobierno con todas las responsabilidades positivas y negativas que eso conlleva. En 1931, el PSOE, entonces la fuerza más progresista en España, entró con tres ministros en un gobierno republicano-burgués y logró defender los intereses obreros con fuerza desde su posición gubernamental. Hoy en día, Podemos puede entrar con igual o más fuerza en un gobierno con el que no comparte todas las ideas, pero en el que puede tener un impacto significativo. Seamos valientes y consecuentes con nuestros actos: no desaprovechemos la oportunidad de empezar a cambiar la situación de nuestro país.
Ahora bien, nos equivocaríamos si consideramos esto como la situación ideal. Si el PSOE y Podemos forman gobierno, existe el peligro de que la élite política fagocite lo que queda de movimiento radical y democrático en Podemos. Como dice un filósofo que admiro y respeto, sería un recambio de ‘élites políticas’; no en las políticas aplicadas pero sí en la forma de decisión y de interacción con la gente. Nos quedaríamos a la puerta del cambio exigido hace ya casi 5 años en el 15-M. La única forma de evitar que pasemos a una nueva élite es con una intensa actividad ciudadana y social, que ahora parece completamente desamortizada. Alternativamente, una situación mejor sería la llamada Sorpassokización, una mezcla de sorpasso (una expresión acuñada por IU en los años 90 que habla de la superación del PSOE por un partido de Izquierda Radical) y pasokización (el Partido Socialista de Grecia (PASOK) se hundió tras la crisis económica y su defensa de la austeridad, pasando a la irrelevancia y siendo superado por SYRIZA). Podemos se quedó a unos escasos 350 000 votos de conseguirlo y parece que podrían conseguirlo en unas hipotéticas futuras elecciones anticipadas.
No hablo de la situación catalana, ni de las consecuencias que ello tiene en la formación de gobierno. Me dejo muchísimas dudas, pensamientos y preguntas en el tintero: ¿Quiere Podemos que el PSOE acepte su oferta, o realmente lo hace para que implosione? ¿Qué va a ocurrir ahora dentro del PSOE? ¿Aceptarán la propuesta? ¿Se sentarán a negociar? ¿Está haciendo lo correcto Podemos? ¿Negociará el PSOE con Ciudadanos y/o PP? ¿Habrá elecciones otra vez? Ahora toca esperar y observar.
Me gustaría concluir este largo post con dos temas diferentes. Primero, es importante recordar que el plano nacional en el que se están centrando las miradas es minoritario en el plano internacional. Y el plano económico internacional no es positivo: las bolsas y los mercados financieros, especialmente los asiáticos, mandan malos augurios. Los expertos parecen coincidir en que el capitalismo mundial se dirige hacia una nueva crisis. En un mundo que no se ha recuperado ni de lejos de la anterior, los potenciales efectos de una nueva crisis serán devastadores. (Y aquí, le recordaré al cuñao: el problema no es la dicotomía derecha/izquierda. Es el capitalismo, estúpido). Las últimas líneas van dedicadas a los Abogados de Atocha, asesinados hace 39 años por unos pistoleros de extrema derecha. En nuestro país, hubo gente que dio su vida para que vivamos libres y en democracia. Que jamás se nos olvide. En vuestra memoria, siempre os recordaremos.
P.S.: Si crees que me dejo un aspecto importante a la hora de analizar esta situación, ¡comunícamelo! Soy consciente de que me he dejado muchos aspectos atrás y estaré encantando de que me lo recuerdes, para tratarlo en otro post o actualizar este. ¡Gracias!
© Mario Cuenda García
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